Hace muchos años, cuando mi padre venía que perdía el tiempo en vez de estudiar, me decía «No tastabardees». Para mi era una palabra familar; si de aquella me preguntas, diría que saldría en el diccionario.
Para mi padre «tastabardear» era hacer cosas de poca importancia, cuando realmente, según su criterio, tendrías que estar haciendo cosas más productivas.
Si bien a mi nunca me ha gustado excesivamente el fútbol, recuerdo en mi adolescencia los lunes, que esperaba con ganas que llegaran las 20:30, por que en Canal + arranca el programa «el día después». Reconozco abiertamente que a mi el programa me daba igual, salvo la sección «lo que el ojo no ve».
Pues bien, yo vageaba bastante todas las tardes de los Lunes, por que esperaba que llegara la hora de «lo que el ojo no ve». Este era un buen ejemplo, ya que mi padre siempre decía «ponte a hacer algo, deja de tastabardear»
Pasaron los años, llegó Google y por más que me he cansado de buscarlo, esta palabra nunca ha existido.
Hace ya unos años que escuché la palabra «procastinuar». No es lo mismo, pero en parte se asemeja a esta reflexión.
La procrastinación es un comportamiento que todos, en algún momento, hemos experimentado. Posponer tareas, evitar responsabilidades o retrasar decisiones, incluso cuando sabemos que debemos actuar, puede convertirse en un hábito.
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¿Qué es procrastinar?
Procrastinar es, en términos sencillos, retrasar tareas importantes por actividades que son menos relevantes o que simplemente nos resultan más placenteras. Por ejemplo, en lugar de terminar un informe crucial, es fácil caer en la tentación de revisar redes sociales, organizar nuestro escritorio o incluso tomar pausas innecesarias. Esto ocurre especialmente cuando la tarea pendiente nos genera ansiedad, es compleja o no sabemos por dónde empezar.
Una de las mayores trampas de la procrastinación es la justificación. Nos convencemos de que estamos «demasiado ocupados» o que necesitamos más tiempo para realizar la tarea con calidad. Sin embargo, lo que en realidad ocurre es que, al posponer, prolongamos el estrés y, finalmente, impactamos negativamente nuestra productividad y bienestar.
Lo que no es procrastinar
Es importante no confundir procrastinación con la toma estratégica de decisiones o la priorización de tareas. A veces, posponer una actividad puede ser una decisión consciente y válida si hay tareas más urgentes o si estamos esperando una información que necesitamos. Esto no es procrastinación, sino una gestión del tiempo eficiente.
Tampoco se debe catalogar como procrastinación aquellas pausas necesarias para recargar energías. Descansar, desconectar o hacer ejercicio físico pueden ser actividades esenciales para mantener nuestro rendimiento. En estos casos, estamos invirtiendo en nuestra salud y bienestar a largo plazo, lo cual es clave para prevenir el burnout y mantener la motivación.
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Consejos para evitar la procrastinación
Superar la procrastinación requiere consciencia y acción. Aquí te comparto 7 consejos prácticos para ser más proactivo y que a mi me han ayudado:
- Divide tus tareas en pasos más pequeños
- Establece plazos realistas
- Prioriza lo importante con la técnica de «Lo primero es lo primero»
- Controla tus distracciones
- Establece recompensas pequeñas
- Usa tecnología para gestionar tu tiempo
- Visualiza el resultado final
Y tú, con todo esto, ¿has tastabardeado alguna vez, o directamente has procastinado?